Descalza


Deambulo en mi habitación como una loca.
Veo a mi triste sombra seguir inútilmente mis pasos.
La sorprendo besándome el tobillo.
Y por un momento, me río de mí misma
mientras continúo mis pasos sin sentido.

martes, agosto 31, 2004


Mi estómago inflexible y quebradizo se ha desmenuzado como una esponja seca. Tengo la sensación de que me lo han vaciado con una cuchara. ¿Ellos?

No, tú -me contestas.

Ha sido mi mano sonámbula la que de forma mecánica ha cavado en él lacerando la carne con el frío metal, buscando exterminar el centro de todas las emociones. Si no existe no tendrán las larvas, crisálidas en las que sostenerse; las ninfas, hilos de seda con los que cubrir sus sueños; las mariposas, capullos que romper con sus húmedas alas. Una defensa que es ataque.

Te escucho y sonrío con todo la aparente tranquilidad que puedo, pero tengo la sensación de que se me va a partir la mandíbula por la mitad a causa del esfuerzo. Mi estómago agonizante solloza sangre, empapando mi camiseta. No duele, te digo.

Me pides que me la levante y el pánico me abofetea, me despierta, lo sé, lo siento. Que sólo tengo un enorme hueco para mostrarte. Un abismo entre mi pecho y mi sexo.

domingo, agosto 29, 2004


“Ven,
acércame tu pie,
que lo voy a calzar con mis manos
(...)”



Ven,

acércame tu pie,

que lo voy a calzar con mis manos

(...)”


“Ven,
acércame tu pie,
que lo voy a calzar con mis manos
(...)”

jueves, agosto 26, 2004

La mujer que está escribiendo como si siguiera tras las rejas de su propio circo de las emociones, quiere regalarme un cuento de viajes y yo la dejo hacer; como si buscara la vena de mis brazos para inyectarme todos sus caminos en ellos. Y yo agradecida porque sé que al final del relato habremos entendido, ella y yo, algo de los insomnios turbios que empezaron a desaparecer cada vez que cruzaba un puente, convirtiéndose en una simple caminante, despojándose de su disfraz de contorsionista de los sentimientos, de malabarista de los deseos, de payasa a sueldo. De recuerdo, de vuelta a esta ruidosa casa, un álbum lleno de todas las fotografías que le tomó al silencio.

martes, agosto 17, 2004

Vacatĭo

Me he bebido todos los atardeceres, uno a uno. Ver caer el sol me sabe a compañía, a risas sin prisa, a tiempo pegado como arena a la piel. Ahora tengo hambre, hambre de amaneceres, voy a perderme para encontrarme en ellos. He lavado el coche, lo he vaciado de mapas y llenado el depósito, hasta donde llegue. Tal vez te tropieces con mi camino, para mirarnos sin vernos.

martes, agosto 10, 2004

El nido

En atardeceres naranjas, cuando el camino de regreso llora las últimas gotas de una tarde mojada, la soledad pervierte mis pies. Pelean encelados y buscan huir de su mutua compañía. En su distancia, mientras se fuerzan a darse la espalda, despojan de arbustos, despejan de ramas, la entrada en la que todo anida. Y sobre el eco de sus gritos de pies poseídos se alza un rumor que sabe a agua y que canta conmigo, con cada gemido.

Libertad

Venía yo tan tranquilamente en mi coche, subiendo el puerto detrás de un camión, tarareando no recuerdo bien que era lo que sonaba en la radio y rumbo a la city bajo el perezoso sol de la siesta, cuando un pájaro ha decidido colarse por mi ventanilla. Incauto. Pa´berse matau, porque se ha estampado contra el cristal del copiloto. O para haberme matado yo, del susto. Pero eso no ha sido lo peor, tampoco intentar lidiar con el aterrado animalillo que revoloteaba y se golpeaba con cada esquina y contra mi cuerpo, mientras yo buscaba un hueco en el que aparcar en esa angosta carretera. Menuda estampa de manos y alas (el muy cabroncete me picoteaba...). No, lo peor ha sido intentar sacarlo del coche. ¿A sustos? ¿Más todavía? ¿Relajándolo con palabras tiernas? ¿Indicándole la salida? Ja. Si es complicado echar a una mosca, imaginaros a un pobre gorrioncillo, porque la mosca no te da pena, y si se pone tonta te la cargas. Y éste aunque más grande, no había quien lo cazara, defendía su libertad encarcelada a base de hábiles requiebros. Así que a esperar, ya saldrá. Finalmente ha volado por la puerta abierta, para mí que “cojeaba” en el aire, ni tan siquiera se ha vuelto a mirar atrás. Y yo ahí petrificada, despidiéndome, envidiando su vuelo. Y ahora que lo recuerdo infringiendo la ley, que no me he puesto el chalequillo de marras.

domingo, agosto 08, 2004

Resaca


Pegajosa. Por fuera y por dentro. Se gira sobre su lado izquierdo y acurruca sus rodillas contra su estómago, sin rozarse, resbala, debe dormir. Coloca sus palmas abiertas frente a su cara, unidas en forma de cuenco que quiere dar de beber. Restos de una plegaria para su ego. No las ve, pero las siente, las huele. Agridulces. Aspira. Intoxicándose. Lame sus manos que saben a sexo. Las paladea, se paladea. Basta. Soy un bebé. Sin ruido en el pensamiento. Acunar el placer que saborea el sueño. Introduce su pulgar en la boca, el chupete que mece sus sentidos. Duérmete. Duérmete. Siente un suave picor ascendiendo desde su boca a sus ojos, como quien cata una guindilla y bajo esos párpados que no le pesan estallan húmedas las chispas de un escozor que sabe añejo, reserva del 99, otro verano, otro viñedo, otra cepa, otro veneno.

viernes, agosto 06, 2004

¿Juegos?

Estas calles son un tres en raya.
Demasiadas partidas y el mismo final: tablas

miércoles, agosto 04, 2004

Suciedad


Se quedó inmóvil durante unos segundos con el cepillo de dientes suspendido en el aire y el ceño contraído y confuso. Su boca había desaparecido del reflejo en el espejo. Asustada frotó con su mano en el vacío, un solo movimiento, temblorosamente enérgico. De un zarpazo borró parte de su sien, pómulo y cuello. Una línea transparente que le mostraba los azulejos a su espalda. Desaparecer. Sí. Decidió cepillarse entera, lavar sus ojeras sin nombre ni dueño, sus hombros abandonados y lacios, su cansada y ensombrecida barbilla. Zis-zas, fuera. Zis-zas, nada. No lo veía, no se veía, pero la mujer invisible sonreía. Abrió el cajón del tocador, sacó su estuche de maquillaje, eligió colores, acercó el pincel al cristal, y empezó a dibujarse.

martes, agosto 03, 2004

Día de cuentas

Hace un año recibí 17 rosas anónimas. Estuve 17 días desechando la certeza de saber quién era el remitente. Hoy he archivado cuatro años de trabajo en 17 cajas y carpetas. El ramo lo envió mi ahora ex-jefe.

lunes, agosto 02, 2004

Tatuaje

Tiene tu sexo una arruga por cada vicio con el que has jugado a tatuar tu piel. Mírate al espejo, eres un lienzo en blanco y negro. Mírate. Mírala. Está cansada y seca. Necesita unas manos que la hidraten. Abres tus piernas y cierras tu boca para que no se te escape un "quédate". Se te olvidó compartir. Que la coloreen con el sabor de una caricia, con el tacto de un susurro, con el guiño de un intento, con el sudor de una ilusión, con el olor de todos los besos. Deja que entre dentro, al fondo a la izquierda. Abre tu boca y cierra tus piernas para encadenarlo a ellas.