El nido
En atardeceres naranjas, cuando el camino de regreso llora las últimas gotas de una tarde mojada, la soledad pervierte mis pies. Pelean encelados y buscan huir de su mutua compañía. En su distancia, mientras se fuerzan a darse la espalda, despojan de arbustos, despejan de ramas, la entrada en la que todo anida. Y sobre el eco de sus gritos de pies poseídos se alza un rumor que sabe a agua y que canta conmigo, con cada gemido.
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