viernes, octubre 29, 2004
miércoles, octubre 27, 2004
Debe ser época de zanahorias. Ayer mi padre bajó un balde repleto de la huerta. Decenas de ellas. Enorme y enormes. Perfectamente colocaditas en vertical, de todas las formas, tamaños y grosores. Estoy por montar un sex-shop ecológico.
martes, octubre 26, 2004
Me han robado el bolso del tiempo, de un tirón. El desgarro ha dejado las asas hechas jirones, colgando burlonas de un hombro al que sigue pesándole las horas consumidas, las medias horas aplazadas y los cuartos de hora malgastados. Anochece y tan sólo es mediodía en cualquier Gran Vía con prisas. Caen las sombras a carboncillo, mientras huyen los colores en las piernas del muchacho que corre con mi cronos en la mano. Ahora soy parte de un dibujo sin papel. Estática figura de carne difuminada, sin pedestal ni maquillaje en la cara. ¿Desde cuándo? No lo sé, no llevo reloj. ¿Cuánto? Demasiado, pero no lo suficiente. ¿Te quedas? Sí ¿Por qué? Mira las monedas que yacen a mis pies. ¿Quién fue? Algún despistado paseante. ¿Para qué las necesitas? A ellas para casi nada. ¿Entonces? De algún bolsillo sacarán los ojos que encontrarán la mirada que yo he perdido.
jueves, octubre 21, 2004
Doblando el sueldo (y el espinazo)
Cuentas que en el bosque no hay lianas, contesto que yo no nunca vi toboganes en el asfalto, pero haberlos haylos (¿se escribe así?). Manzanas traigo. Se han trenado los atrasos, y la tortilla se ha pinchado regada con 2 cafés en el estómago (la nueva cocina), ya van 7; 9 minutos para comer en el descanso inventado de las 4 y cuarto; 138 kms en 5 viajes a régimen de dietas; 21 cigarros sin colilla ni vida para 3 peleas sin ring, ni KOs; 14 caras con 102 preguntas ("¿quién es quién?); 16 horas en 2 litros de agua (¿porqué no será salubre la oxigenada?); una sola espalda; aire 0. Se acabó tu tiempo, no hay prórrogas. Vales por dos, cobro por una y regalo entradas gratuitas. Sesión doble y taquillera. El lunes serás tres. Padre, hijo y espíritu santo. Mañana a las 7 me pierdo dentro. Todos fuera. Párpados de piedra y suelas sin esquela, aquí tenéis vuestra percha, ¡al armario!. Lo sé, lo sé (cara aparentemente compungida)... sólo aplazo, acumulo, escaqueo…, pero hoy creo en los milagros y cuando el 25 sea bota, playera y zapato, recordaré el tacto de la hierba húmeda bajo mis pies descalzos
miércoles, octubre 20, 2004
Hace tanto viento, que se me han despeinado hasta los pelos de las piernas. Para mí que va a ser una señal...
martes, octubre 19, 2004
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lunes, octubre 18, 2004
viernes, octubre 15, 2004
martes, octubre 12, 2004
Pónmela otra vez viejo.
Me esperé a mi misma toda la tarde.
-¿Me das Fuego?
(...)
-Tiempo sin verte, nena.
-Sí.
-Traes mala cara, a saber en qué andas
Yo también te quiero. Lo pienso, pero no lo digo, nunca lo digo. Y es cierto. Demasiados años. Demasiados sueños apilados desde la bandeja a la fregadera. Tú elegiste quedarte aquí, nosotros hace tiempo que nos escapamos con un grillete de ida y vuelta atado al bolsillo. Todavía estoy pagando a plazos mi billete. Que tengo mala cara dice el viejo. ¿Qué contará mi cara? ¿Qué leerán en mi cuerpo? Éste que hoy he vestido de recuerdos. Hace calor entre estas cuatro paredes. Cuándo cambiarás los cuadros, eres un nostálgico. Esa litografía pegajosa te la regalamos nosotros. Jodido vaquero, me queda pequeño. Siempre tuviste buen oído viejo. Las noticias de papel engañan el llanto seco. Haces como que no me ves.
Pónmela otra vez viejo. Dejo de leer, y comienzan a escribir mis piernas en tus baldosas. La costura se cuela entre los pliegues y el tanga. Pónmela otra vez viejo. Tu risa cómplice empieza a toser. Joder, mira que estás cascado. Cuídate. "Ya no quedan aplausos, ¿te acuerdas?" Recuerdo... pero no me acuerdo cómo se canta de pie sobre un barril, sin micrófono y con una cuchara. Tanto con poco. Todo con nada. Echa la persiana viejo, yo te ayudo, que esta vez yo no me quedo dentro.
viernes, octubre 08, 2004
Viernes. Segunda parte.
Planta baja. El baño, por favor. Necesito refrescarme la cara. Me encanta esa sensación, me relaja y revitaliza por igual. Dejar correr el agua sobre mis palmas, moldear un cuenco con ellas y sumergir mis penas, asfixias, miedos y vergüenzas. Ahogarlas. Ahora si usas gafas, recomiendo quitártelas.
Viernes. Primera parte.
No vuelvo a correr para coger el ascensor. Hoy tocaban gestiones de traje y corbata. Así que me he enfundado mis zapatos de la suerte. Los de corsaria. Los mismos que tienen un tacón minúsculo, tramposo y cabrón. Ha sido el derecho. Que ha decidido rebelarse, no sé si harto de patear culos o por pura pereza. Y se ha quedado ahí, atascado en la zanja abierta en el suelo del ascensor. Y la puerta que sigue cerrándose, con hambre, mordiendo mi manoletina morada. Indiferente, el trasto asesino se pone en marcha y comienza a bajar. Yo ya estaba rezando por el alma de mi zapato para cuando hemos conseguido pararlo. La punta acusica y relamida me llegaba justo a la altura de los ojos. Los presentes me daban el pésame; tienes que seguir viviendo, ya encontrarás otro. El viudopie no sabía dónde esconderse de las miradas contenidas, curiosas y complacientes Subimos otra vez a la quinta, y me preparo para el entierro. Tengo un zapatogato no sé como no me di cuenta antes, por los bigotes. No ha hecho falta ni el boca a boca. Cuatro magulladuras y ningún hueso roto. Y todavía le quedan 6 vidas.
miércoles, octubre 06, 2004
Rally
Traga saliva, traga. Tengo la boca seca. Sed en la mochila y hambre de pezón. Traga saliva, traga. Engaña a tu viaje con su compañía. Cuarta, mete cuarta. Salto la rasante sin señal. Vértigo en los ojos y lavadora en el estómago. Cuarta, mete cuarta. Derrapa el día sin gasolina. Seis labios sin guía. Cuatro miedos sin mapa. Dos baches sin tapón. Un charco sin desagüe. Fluye la rabia, correte, corre y desaparece el flujo de la desidia que no mancha mis pies ni salpica mis ganas. No duerme hoy la marioneta, tienen sus cuerdas pilas alcalina, pisa el embrague, cambia de marcha. Un volantazo de ambición. No olvides el condón y el casco. Vaginas enmascaradas en esta carretera secundaria. Mía sólo mía, la penetro con mis ruedas sin frenada. Ni huellas, ni violada. Acariciada. Abre la ventanilla, respiro las curvas de este puerto. 1500 metros sobre el mar. Huele a roble, barro y asfalto. Verde parto sin dolor. Huérfana ilusión sin copiloto.