jueves, septiembre 29, 2005
martes, septiembre 27, 2005
Partamos de la imagen de una mujer frente al espejo,
La mujer que se mira en el espejo de cuerpo entero, no reconoce -ni se inquieta- a la niña que baila sobre los vidrios rotos de la botella que yace a sus pies.
La mujer atrapada fuera del espejo de cuerpo entero, hurga -silenciosa- en la sombra que no proyecta; buscando, tal vez, en esa copa vacía que cuelga oscilante de su mano izquierda, la punta del destino perdido.
La mujer que ha bañado con vino tinto sus tobillos y el bajo de su pantalón se calza las plantas, no vaya a cortarse; una a una, no vaya a perder el equilibrio; toma la escoba y el recogedor; suspira –teatrera-; se gira y empieza a barrer -práctica-.
La mujer que le da la espalda al espejo, de cuerpo entero, no está dispuesta a salvar la distancia entre su propio charco y la mu(ñ)eca burlona -que la reta y parpadea entre saltos sin red y lenguas de dos coletas- refugiada en la superficie frívola y caprichosa del cristal.
martes, septiembre 20, 2005
lunes, septiembre 19, 2005
martes, septiembre 13, 2005
- ¿y yo qué soy?
- un antojo con trampa
- a veces debería aprender a quedarme calladita
- vaya ¿y eso?
- el lenguaje, ese sí que es la peor de las trampas
- cierto, quizá no formulaste la pregunta adecuada
- explícate
- tú no eres qué, eres quién
- ¿ y quién soy?
- mi antojo
jueves, septiembre 08, 2005
Hoy me he despertado con un euro (francés) pegado, literalmente, a mi muslón exterior izquierdo -zona superior-. No tengo ni la más remota idea de cómo ha acabado la moneda ahí; en mi cama. Y la verdad, tampoco me importa ni me molestaré en averiguarlo. Pero con la tontería después de la incredulidad legañosa frente al espejo y la carcajada fácil en la ducha, el buen humor se me ha pegado también para el resto de la mañana, o lo que llevo de ella al menos.
lunes, septiembre 05, 2005
viernes, septiembre 02, 2005
*
Sube por mi estómago con la sensación mental de una arcada que uno sabe que no va a vomitar. Carcajada histérica que calman tus manos vistiendo mi cara, abrigándola para que no sienta el frío de perderme el camino hasta tus ojos. Sellas mis miedos en tu boca, un beso de humo que contamina de deseo la distancia en el segundero de la cuenta atrás. Espera, deja que yo te encienda este cigarro –para el camino-, cuando llegues sólo tienes que dejar caer los párpados y subir el volumen de estos malditos altavoces, yo ya no estaré frente a esta pantalla, pero para ti dejo mi voz y mis caladas grabadas.