Descalza


Deambulo en mi habitación como una loca.
Veo a mi triste sombra seguir inútilmente mis pasos.
La sorprendo besándome el tobillo.
Y por un momento, me río de mí misma
mientras continúo mis pasos sin sentido.

martes, septiembre 27, 2005

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Partamos de la imagen de una mujer frente al espejo,
un espejo de cuerpo entero.


La mujer que se mira en el espejo de cuerpo entero, no reconoce -ni se inquieta- a la niña que baila sobre los vidrios rotos de la botella que yace a sus pies.

La mujer atrapada fuera del espejo de cuerpo entero, hurga -silenciosa- en la sombra que no proyecta; buscando, tal vez, en esa copa vacía que cuelga oscilante de su mano izquierda, la punta del destino perdido.

La mujer que ha bañado con vino tinto sus tobillos y el bajo de su pantalón se calza las plantas, no vaya a cortarse; una a una, no vaya a perder el equilibrio; toma la escoba y el recogedor; suspira –teatrera-; se gira y empieza a barrer -práctica-.

La mujer que le da la espalda al espejo, de cuerpo entero, no está dispuesta a salvar la distancia entre su propio charco y la mu(ñ)eca burlona -que la reta y parpadea entre saltos sin red y lenguas de dos coletas- refugiada en la superficie frívola y caprichosa del cristal.