Descalza


Deambulo en mi habitación como una loca.
Veo a mi triste sombra seguir inútilmente mis pasos.
La sorprendo besándome el tobillo.
Y por un momento, me río de mí misma
mientras continúo mis pasos sin sentido.

domingo, noviembre 13, 2005

Aniversario-s

Anoche me acosté hecha un ovillo
.
Lo hice con premeditación, nocturnidad y alevosía. Vamos, que con toda la intención. Decidí enroscarme en mí misma, sin discriminación, para que cada partícula de mi piel sintiera el roce y el calor de la compañía hermana. No podía verme, pero imaginación me sobra y me convierto en ese tercero que espía desde el techo y que procesa en el cerebro una imagen en 3D de una masa humana, una grotesca parodia de un enorme balón de playa pinchado. Y digo pinchado, porque todos sabemos que según se desinflan estos balones (normalmente de propaganda, coste cero, calidad cero, duración un suspiro), se van quedando amorfos y pierden toda redondez y símil con el círculo perfecto que yo ilusamente pretendía. No conté con mi oxidada elasticidad, mis curvas varias y protuberancias exageradas que anulaban tan digno propósito.

Lo dicho, y retomando la cuestión de estudio que hoy nos ocupa (que me pierdo), contra toda habitualidad, esta servidora que duerme generalmente de costado, más bien estirada y que ha lanzado a algún que otro invitado al suelo (sí, me declaro culpable y reincidente, pero fue sin querer), ayer abrazó sus rodillas, forzó su cuello hasta colocar su cabeza entre sus senos y dobló piernas y pies alrededor de sus muslos y nalgas. Supongo que necesitaba sentirme rodeada.

Esta mañana, esta mañana me he despertado tal cual, en mi posición de bola. Bueno, casi tal cual si no fuera por un pequeño matiz ; mi cuerpo en bloque había girado 180 grados. Mi pijama y mi pelo inmaculados. Pero mis miembros entumecidos, doloridos y fuertemente entrelazados, ya no miraban al sur. Mi nariz y mi boca se estampaban contra la pared norte. Esta mañana quien amaneció en mi cama no fui yo, fue mi reflejo en el espejo. Porque él sí puede parar quieto, yo no.

Y mi cama, mi cama sin deshacer, sin sábanas encogidas y edredones desaparecidos. Sin almohadas machacadas y arrugadas. Sin esos restos de movimiento que siempre me regalan mis sueños y pesadillas.

Mi cama hoy no engañaba. Mi cama clamaba; nena ¡que has vuelto a dormir sola!


¿Y qué?






Marzo 2.004