Descalza


Deambulo en mi habitación como una loca.
Veo a mi triste sombra seguir inútilmente mis pasos.
La sorprendo besándome el tobillo.
Y por un momento, me río de mí misma
mientras continúo mis pasos sin sentido.

domingo, octubre 16, 2005

(I)


Niña, tenemos que hablar.

(No, todavía no, no lo digas en voz alta, disimula y hazme cosquillas)

(II)

Lo sé. Sé que lo sabes. ¿Y ahora qué? Tú decides. ¿Yo? Yo no, los dos. En esta obra ambos somos guionistas. Las palabras se enredan entre nuestras costillas. El aire no respira entre tu cintura y la mía. En el teatro de lo ajeno dejamos de ser títeres y nos dibujamos yo a ti/ tú a mi una roja sonrisa sobre nuestras inmaculadas máscaras. Estrenamos nuevo género. Se abre el telón, confirmado, sólo actores secundarios sobre el escenario, a esta cita no acudió el Protagonista. ¿De profesión? -¿farsantes?- grita el público. -No- contesta la voz del narrador. Antes; amantes desconcertados. Ahora; figurantes ejecutando abrazos de madrugada, ladrones robándole caricias a los destiempos de la ilusión, cómplices burlándole compañía a los tequiero sinceros. ¿Hasta que se desgaste? Claro, hasta que se desgaste. ¿Estás bien? Claro, ya no podrá pudrirnos la mentira cien veces sostenida. Anda ven, acurrúcate otra vez bajo mi piel. Claro. Claro. Clarísimo. Gracias. A ti.

(III)

¿Cómo estás? Aliviada, creo.