Descalza


Deambulo en mi habitación como una loca.
Veo a mi triste sombra seguir inútilmente mis pasos.
La sorprendo besándome el tobillo.
Y por un momento, me río de mí misma
mientras continúo mis pasos sin sentido.

viernes, agosto 26, 2005



(...)


Ella estaba sentada sobre sus rodillas, formaban una imagen deforme, como algo grande a punto de derretirse sobre los bordes de esa pequeña silla. Ella miraba al frente, y él la miraba a ella. Compartían un cigarro como autómatas, dos caladas para él, dos para ella.


Al caer la noche apagó el celador la luz del museo, y ella se inclinó para traspasar el humo hasta sus labios. Le habían borrado la boca. ¡Devuélveme tu boca! – aulló - ¡necesito comerme tu boca! ¡dame de comer!.

Nadie la oyó, al fin y al cabo las muñecas de cera no hablan, sólo creen que hablan.