Descalza


Deambulo en mi habitación como una loca.
Veo a mi triste sombra seguir inútilmente mis pasos.
La sorprendo besándome el tobillo.
Y por un momento, me río de mí misma
mientras continúo mis pasos sin sentido.

domingo, julio 17, 2005

todas

(i)




Tiene tu sexo una arruga por cada vicio con el que has jugado a tatuar tu piel. Mírate al espejo, eres un lienzo en blanco y negro. Mírate. Mírala. Está cansada y seca. Necesita unas manos que la hidraten. Abres tus piernas y cierras tu boca para que no se te escape un "quédate". Se te olvidó compartir. Que la coloreen con el sabor de una caricia, con el tacto de un susurro, con el guiño de un intento, con el sudor de una ilusión, con el olor de todos los besos. Deja que entre dentro, al fondo a la izquierda. Abre tu boca y cierra tus piernas para encadenarlo a ellas.


(ii)

ella


Pegajosa. Por fuera y por dentro. Se gira sobre su lado izquierdo y acurruca sus rodillas contra su estómago, sin rozarse, resbala, debe dormir. Coloca sus palmas abiertas frente a su cara, unidas en forma de cuenco que quiere dar de beber. Restos de una plegaria para su ego. No las ve, pero las siente, las huele. Agridulces. Aspira. Intoxicándose. Lame sus manos que saben a sexo. Las paladea, se paladea. Basta. Basta. Basta. Sin ruido en el pensamiento. Acunar el placer que saborea el sueño. Introduce su pulgar en la boca, el chupete que mece sus sentidos. Duérmete. Duérmete. Siente un suave picor ascendiendo desde su boca a sus ojos, como quien cata un veneno y bajo esos párpados que no le pesan estallan húmedas las chispas de un escozor que sabe añejo.


(iii)

y yo


En atardeceres naranjas, cuando el camino del tiempo se detiene a sudar siestas de domingo que no abrazan, la soledad pervierte mis pies. Pelean encelados y buscan huir de su mutua compañía. Y sobre el eco de sus gritos poseídos se alza un rumor que sabe a agua y que canta conmigo, con cada gemido.



marta