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Fue jodido cuando tu ausencia dejó paso a la ira apoderándose de unos dedos inútiles que escalaban patéticos cimas sin conquista. No llego. Después de ti, bofetadas. Una noche y otra y otra más, y otra tampoco, se desgastaban los sueños abofeteando mi sexo con ansia cansina y veloz, frotando cual estropajo sin control, poseída por el animal sin gemido ni aullido, encerrado, amordazado. No llego. Puta desesperación en el vértice del vértigo. Orgasmos secos. Ahogándome sin sed ni riadas. No llego. Desgarrando el placer. Vagando en la duermevela con los labios hinchados, martirizados, doloridos... y en la palma ese olor agridulcemente pegajoso que aspiraba una y otra vez para calmar el mono del desencuentro entre el deseo y la impotencia.
Pero eso ocurría ayer. Hoy bajo el esbozo de las sábanas los escozores se riegan de flujos, no de lágrimas. Abierta. Llego.
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