Descalza


Deambulo en mi habitación como una loca.
Veo a mi triste sombra seguir inútilmente mis pasos.
La sorprendo besándome el tobillo.
Y por un momento, me río de mí misma
mientras continúo mis pasos sin sentido.

viernes, mayo 13, 2005

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Si avanza airosa por una calle céntrica, taconeando y balanceando el bolso. para acabar sentándose sin demora en la terraza de algun bar atestado de gritos y forzadas risas colectivas con una cerveza helada en la mano y un zapato balaceándose de la punta del pie, el hombre, reaccionando ante su postura, ante el contraste de su calculada y firme desidia y las renuncias de las prisas ajenas; ante la suavidad exhibicionista de la piel y el gris rugoso de la acera ; o ante la mole de los edificios y la delicadeza del zapato colgante, quedará subyugado.

Y pensará que aquélla es la mujer que desea, y no una mera combinación de piedra tallada y una sandalia de tacón alto que se columpia entrando y saliendo de las sombras al sol. Tal vez se percate enseguida del engaño, del juego de las formas, el movimiento y la luz, pero esto poco importa, porque el engaño también forma parte del hechizo. En cualquier caso notará cómo se le llenan los pulmones.

No hay aire en la ciudad,
pero hay aliento.