Descalza


Deambulo en mi habitación como una loca.
Veo a mi triste sombra seguir inútilmente mis pasos.
La sorprendo besándome el tobillo.
Y por un momento, me río de mí misma
mientras continúo mis pasos sin sentido.

lunes, mayo 02, 2005

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Algún día estrellaré la vajilla completa del ajuar de alguien contra una pared. Hasta hoy la única materialización de este deseo destructor se resumía en estampar dos finísimas y seguramente carísimas copas de champán (tomadas prestadas con nocturnidad, premeditación y alevosía del aparador rococó de la madre de aquel, ahora ex), contra un árbol de un bosque. Tras la euforia histérica del los minutos posteriores al estallido pseudo-romanticón de los cristales, la culpa acabó con el gas de dos mecheros encomendados a la labor de busca y recuperación de los peligrosos proyectiles desperdigados por la hierba.


Esta tarde lo que he lanzado ha sido mi puño derecho contra la puerta del cuarto, ningún hueso roto ni explosiones astilladas lacerando la carne y como temporal recuerdo unos nudillos pelados, cicatrizan rápido. Lo que sí ha saltado por los aires, pero no he visto (lástima de espectáculo), han sido dos, de las tres bisagras que han ido a caer al pasillo. Es vengativa la condenada puerta y en un juicio sumario ha decidido castigarnos a mí y a don mal humor, encarcelándonos dentro de la habitación. Los príncipes azules comunicaban en mi móvil y la reina madre, sin lima, pero con destornillador ha rescatado a esta torpe aprendiz de princesa del ring.


Por lo demás, de Londres, como siempre, vuelvo con un sabor a renuncia añeja sonriéndome amargo en la boca y el equipaje lleno de todas las esquinas en las que falsifiqué mi firma con un “yomequedoaquí”, los párpados con agujetas por no cerrarlos ni para dormir, un bolso de segunda mano con un lápiz y una libretita dentro con letra (por ahora) indescifrable y los pies que aúllan, con un acento raro: eres una negrera de mierda, esta semana nos declaramos en huelga.