Descalza


Deambulo en mi habitación como una loca.
Veo a mi triste sombra seguir inútilmente mis pasos.
La sorprendo besándome el tobillo.
Y por un momento, me río de mí misma
mientras continúo mis pasos sin sentido.

lunes, enero 17, 2005

(tú)

Quítame este frío

La cabeza confiada de él se apoya sobre su hombro. Y ella piensa “como un niño bueno” y decide que tal vez ella también debería recostar la cabeza en el hombro de alguien sin temer desde el principio que todo va a salir mal. Y siente como el frío asciende y vuelve a apoderarse de su garganta y decide comérselo a besos buscando ese calor artificial, que no perdura, pero que la engaña tan bien.

Déjate llevar

Y ella se dejó llevar, contemplando sumisa como él con premeditada lentitud desabrochaba los dos botones superiores de su camisa.

Cerró los ojos y dedicó todos sus sentidos a esa lengua, que paseaba glotona una y otra vez, por el camino de ida y vuelta desde su hombro a su cuello. Desdibujando con cada caricia una a una las arrugas de su autoestima. Lamió y lamió, durante esos minutos que fueron horas, hasta que le devolvió el rojo saciado a sus labios y los hinchó hartos de los besos que no le había dado.

Mientras se alejaba de él con paso firme y el corazón sexy desanestesiado, le oyó despedirse con una promesa: mañana te dejarás llevar más.

Y mañana

Desnudaré tu nuca de miedos y dudas. Y yo quiero creerte. Como ayer. Cuándo bebía a cada rato las líneas de una mano buscándome en ellas. Tengo la boca seca. La noche llega sin prisas para arroparnos con sus sombras. Silencio. La calle ruidosa te reta a un duelo. Gana. Me pierdo entre motores, ladridos y rumores. Éste cigarro y me voy. Te aviso. Hoy no puedo, me dices. ¿Y mañana? Tampoco. Ten paciencia. Lo siento, de esa ya no me queda.

¿Por qué has vuelto?

Tus palabras son cuerda que me atrapa, veneno que no engaña, puñal que se clava. Un nudo por garganta, un estómago con nauseas, un sexo que sangra. Tu lenguaje es el deseo, mi idioma los sueños. Lo sé, sé que tienes razón, que sólo nos entendemos cuando nuestros cuerpos hablan. Por eso ven, acércate y cuéntaselo otra vez a mi piel.