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Definitivamente soy una mujer explosiva (y calculadora). Se requiere mucha precisión, habilidad y templanza y hoy he demostrado que reúno todas esas cualidades y cumplo con mi papel con eficiencia y eficacia.
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Encender un cigarro y darle dos caladas con la inhalación temporal correcta para que se genere la combustión exacta, requiere su práctica. La posición del pitillo con sus tres cuartos en el aire y sólo un cuarto sobre el cenicero ha de respetar los 90 grados de ángulo, para que una vez consumido el 25% alojado en la cara interna del recipiente protector, el letal detonador vencido por el peso, caiga correctamente sobre el mechero colocado al efecto a escasos centímetros del “recogecenizas” (copyright de lamery), es una técnica estratégica del más alto nivel. Disimular y aparentar que no ves ni hueles como la llama está derritiendo el plástico del encendedor supone una representación táctica de dificultad máxima. Y salir del despacho dando un portazo en el segundo preciso para amortiguar el sonido del petardazo es todo un arte.
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La cara de idiota superada con la que te sumas a los gestos, gritos y expresiones de incredulidad con las que se revisa la escena y se recuentan los daños, no necesita ningún aprendizaje, esa viene de serie y sin manual de instrucciones.
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