.
A veces crees que deberías dejar
de emborrachar tu lengua y sin embargo,
rellenas la copa de su ombligo una y otra vez,
para ahogarte en los charcos entintados de su súplica:
bebe cielo, bebe. Y tú deseando que respire con sus dedos
tus silencios de zorra, mientras te fuma las nalgas y contamina
el tiempo que te viste, desde tus tobillos hasta tus caderas, con un mantel
a cuadros rojos y blancos, con las velitas para dos que nunca has encendido..
<< Descalza