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Es curioso el tacto de la arena fría...
congela cada poro de la piel cerrándolos
y conteniendo un cuerpo que arde poco a poco…
En tu castillo de princesas está vedado el recuerdo
de casetas nómadas con paredes a cuadros, techos de lana y suelos de arena. Estrenábamos un noviembre con sabor a despedida y saludamos la noche abrigados bajo las mantas mientras nos dejábamos, una vez más, acunar por cada estallido de las olas golpeándose impotentes, celosas, contra las rocas. Nos despertó la lluvia salpicando suavemente nuestras caras, confundiéndose en el surco erosionado de otras lágrimas. Desde el coche gozamos en silencio de nuestra película y de la tormenta. Implacable, animal y agonizante. Amaneció con tus labios fotografiando mi mejilla. Míos.
Meses después me regalaste todos los negativos.
Es curioso el tacto de la arena fría...
congela cada poro de la piel cerrándolos
y conteniendo un cuerpo que arde poco a poco…
Ayer me traje un puñado en el bolsillo, los pies desnudos y a boreas soplando en mi sonrisa.
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