Cuando los besos empezaron a atropellarse
frente al mostrador de sus bocas,
dejaron todas sus lenguas de respetar la vez
robaron los dientes del deseo el turno a las caricias,
vaciaron los estantes de testosterona en oferta,
arrasaron con los congelados de feromonas a saldo,
compraron todos los agujeros y
llenaron el carro con orgasmos 2 x 1.
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