Buenas noches
que muerde mi sueño
resbalando por mi escote.
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A veces, sólo a veces, mis pies no son pies sino aletas, mi piel se arruga tanto que resbala en su tacto húmedo de escama y en apenas unos segundos olvido todo lo que he vivido antes. La nada. Y la nada es ese espacio donde todo empieza.
***Razones para ser Pez:
Enciendo uno detrás de otro. Prender la llama es tan fácil. La amiga cerilla, el artificial mechero o la moribunda colilla. Una calada, una sola calada. Fuerte, decidida. Dentro. Entra. Con ganas. Abierta. El humo se corre en mi garganta. A oscuras. Con ellos siempre a oscuras, para viciar mi mirada tan sólo en ellos. Y dejarlos ir. Manos quietas. Boca desnuda. Piel sin palabras. Ojos, les doy todos mis ojos. Ojos para acariciar la línea naranja que marca cómo consumo mi tiempo, tic tac, cenizas. Se apagan, siempre se apagan, abandonados, mientras yacen en el ataúd de mi cenicero. Lástima, dejarlos morir por una sola calada. Cuando a mí lo que me gusta es retenerlos entre mis dedos, matarlos a largas y espaciadas caladas, recrearme con su misterio y mi vicio, sorprenderme con los labios secos que lo atrapan y se desgajan, con el dolor de las yemas quemadas perdida la noción de la cuenta atrás, sin péndulo en mi reloj. Aspirar, llenar. Contaminar, enfermar. O tal vez no, tal vez no era eso. Vago recuerdo que sabe a tabaco, pero también a café. Sí, tal vez era eso. Tabaco y café.
Tú, si tú. Ponme un cortado, y después… si te dejas…, después te fumaré entero.Echar de menos es un cuento, donde tu personaje y el mío me los invento
Ha vuelto a pasar, aunque me lo prohíbo cada viernes, aunque lo niegue cada lunes y el miércoles acabe creyéndome lo que aparento. Me he inyectado en vena otra sobredosis de siesta. Y no hablo de dormir de tres a cinco. Ni tan siquiera hablo de dormir.
Me he acostumbrado a que me den en las narices con tantas puertas y me he pillado con ellas tantos dedos, que últimamente las cierro por instinto y de un portazo. Lo malo es cuando me dejo las llaves dentro.